MOONDO

Piso más fuerte con la fe de que iba a alcanzarla. Ella era la única que me acompañaba en el camino, sin contar al viento que celosamente se iba de inmediato de mi cara.

Estaba todo oscuro y ella reinaba con su luz.

A medida que avanzaba la misma línea se repetía todo el tiempo haciendo que mis esperanzas de alcanzarla fueran cada vez menos. La luz que iluminaba mí cara impedía que mis ojos se cerrasen en búsqueda de ella ni que pudiera contemplar todo su contraste.

Dos luces se acercaban a mí.

A gran velocidad pasan por mi cabeza, mis ojos reaccionan y se cierran, perdí el conocimiento por un segundo, los abrí y algo había cambiado, parte mía se había quedado atrás. Las luces me atravesaron y se quedaron con algo mío. Y ella, mi compañera, bajaba para acercarse a mi. Me di cuenta que estaba lejos y pise mas fuerte, era necesario llegar a ella, verla entera, no oculta, no una parte, no esa parte, no.

Cuatro luces venían ahora.

Las dos primeras tuvieron el mismo efecto, algo mío quedo atrás. Esta vez, sabiendo lo que ocurría con las otras dos, decidí cerrar los ojos antes concientemente. El choque con la luz fue insensible, pero desgastante igual. Seguía siendo sin ser el mismo de antes-antes ni el de antes-después. Ella seguía bajando acercándose a mi y yo seguía corriendo para alcanzarla.

El viento ya ni me tocaba.

En un acto que no logre entender ocultaba gran parte de ella, no se dejaba ver completa. Así es que decidí apagar las luces, y la mire, el silencio era enorme y cautivador. Me hablaba a través del viento pero no podía responderle. Estábamos los dos solos.

La vi. Entera.

Ya no quise alcanzarla, deje de pisar fuerte. No iba a perderla, tampoco a tenerla, pero iba a estar ahí. Compañera. Dos luces mas, los ojos se cierran, los abro y volví a ser el mismo.

Tengo los pies en la tierra.

G.